sábado, 11 de junio de 2016

Mi cintura en tu mano

Me tocaste la cintura como si nada. No mediste qué hacías en mí con esa mano.
No te conozco tanto, no importa demasiado quién seas, si alguien te tocó inapropiadamente la cintura alguna vez.
Pero tus ojos resbalándose en mi nuca y tu mano en mi cintura fue todo lo que estuvo bien en ese momento.
Nadie lo vio, estábamos rodeados de personas y nadie lo vio. Vos sí, vos sos el dueño de la mano,
pero no viste lo que pasó además de cierta mano en determinada cintura.
Te traje a mi casa porque me tocaste la cintura con tu mano, y eso no lo va a entender ella ni nadie. Cuando confiese mi pecado
no va a servir como excusa. "No sabés, amiga, lo que fue cuando me tocó la cintura".
Hace mucho nadie me tocaba de esa forma la cintura. Y la forma en la que me escuchabas, y en la que me pediste un colchón
para dormir en casa. Con esa mano y esos ojos puestos en mí no tenías que pedirme nada.
Y después, todo lo que siguió después tuvo sentido porque me tocaste la cintura, me miraste con esos ojos, me pediste
un colchón y porque nadie más
entiende como solo dos, el recorrido de dos ojos y de manos en cinturas.