sábado, 14 de febrero de 2015

De aros de perlas y mi peor enemiga

Tengo un amigo que todo el tiempo afirma: "Y así, son las minas. Histéricas, no saben lo que quieren. Y después las vemos que se quedan solas a los 30". (Sí, no sé por que le hablo).

Cuando viajo en tren soy tan burguesa. Y no porque viajo en la línea que tiene aire acondicionado y olor a limón; sino porque antes de salir de casa tengo que chequear 5 veces si salgo de Retiro o de Constitución. Y voy en bici, en el furgón. Y miro al resto de los pasajeros y ciclistas y veo dos tipos de ellos: los burgueses, que usan la bici para no contaminar y los seres humanos, que con la bici nos ahorramos el pasaje. En el tren hay dos tipos de minas; las que usan aros de perla, y las que no finjimos ser finas y santas. Mi amiga dice que hay dos tipos de chabones: los decentes y los santiagueños. Hay dos clases de putos, por suerte vivo con uno que pertenece al polo de los "no locas" (los que no parecen gays, los normales). La gente cuando lo dice como un cumplido está siendo tan fascista que, pobre no se da cuenta.

Es obvio que sí se da cuenta, igual que yo me doy cuando me pongo mi peor ropa para ir al Yate Club Olivos. Qué soretes, cómo nos gusta pararnos de la vereda de enfrente. Un cliché tan válido el de las dos veredas. Es sobre reducir todo a una categorización eterna-limitada de dos polos. Lo hacemos, pero nosotros mismos buscamos todo el tiempo no pertenecer a ninguno de los dos polos. Muy política querida. No, en realidad no. Reducir un panorama entero de posibilidades a los extremos de la cuerda es triste, ridículo. Pero sobre todo es funcional, funcional al planteo que hagamos en un principio. De ahí que mi amigo generalice, como hace mucha gente, en los "tipos de mujeres" (o tipos de ciclistas, gays, hombres). Jamás conocerá a una mina que salga de esa posibilidad, porque él no lo quiere de antemano, se va a vivir quejando y afirmando esa verdad universal. No quiere dejar de ser el único que está fuera de esos dos polos. Supongo que nadie quiere.

Capaz la solución está en pensar en qué extremo de los polos está uno. Yo, por ejemplo, soy una ciclista burguesa que viaja en bici por rata. Ahí tenés; no pertenezco a ninguno de los dos polos. Hace poco tengo unos aros de perla, regalados claro, que la verdad no me parecen tan odiosos. De a poco dejo el vicio absurdo. Los ciclistas chetos, las santurronas con perlas, los gays bien locas y todos los que creen que eligen un extremo de la cuerda ya mucho no son enemigos. De repente es uno mismo su peor enemigo, con esto de la categorización, por negar(se) muchas posibilidades.


O capaz no, de repente todos los que afirman cómo somos las mujeres son unos imbéciles.